La Nota: un faro autogestivo desde Tucumán para la comunicación crítica y feminista

Parte del equipo de La Nota.

Por Luana Torruella.

En un panorama mediático cada vez más concentrado y precarizado, donde la mayoría de las voces tienden a replicar discursos de grandes grupos económicos o políticos, La Nota surge como un medio que decide apostar por un periodismo autogestivo, colectivo y comprometido. Nació en Tucumán con el objetivo de un proyecto donde la convicción y la resistencia se mezclan con la necesidad concreta de sostenerse en un contexto económico adverso. En 2013 surgió la matriz, la Cooperativa Tropa Circa, con una imprenta que permitió que, a fines de 2016 se comenzará a concretar el medio de comunicación.

El nombre “La Nota” no es casual: intencionalmente elegido para no adelantar de entrada una postura política o ideológica, invita a descubrir un contenido que habla por sí solo. Poco a poco, ese contenido fue definiendo un perfil distintivo, basado en un abordaje feminista, de derechos humanos, diversidad y análisis profundo de temas políticos y culturales. La Nota no es un medio que busque la velocidad o la saturación informativa; en cambio, prefiere la reflexión, la investigación y el acompañamiento, temas que se trabajan con rigor y desde una mirada situada.

“Vas a descubrir que hicimos ‘La Nota’ con muy pocas herramientas. Refleja la realidad de todos los medios de la Red: autogestivos, sostenidos más por convicciones que por salario. Aunque también tratamos de que eso que nos mueve sea un trabajo y se reconozca como tal”, dice Milagro Mariona, una de las fundadoras y actual coordinadora del medio.

“Vas a descubrir que hicimos ‘La Nota’ con muy pocas herramientas. Refleja la realidad de todos los medios de la Red: autogestivos, sostenidos más por convicciones que por salario. Aunque también tratamos de que eso que nos mueve sea un trabajo y se reconozca como tal”

El proyecto nació impulsado más por convicciones que por objetivos económicos. Con apenas seis trabajadores fijos y un equipo rotativo de colaboradores, La Nota se sostiene con salarios que son la excepción en un ecosistema donde la precarización domina la profesión periodística. Su estructura interna es flexible pero organizada: roles definidos pero con multitarea, donde todos escriben, diseñan, editan video y participan de la producción audiovisual. La crisis económica reciente obligó a reducir equipos y a reformular estrategias, pero la voluntad por continuar permanece intacta.

El espacio físico que comparten con la imprenta no solo es un lugar de trabajo, sino un centro para el equipo: allí se realizan reuniones, transmisiones en vivo y talleres, fortaleciendo lazos que van más allá de la simple producción de noticias. Esta combinación de medio de comunicación y producción gráfica es una apuesta innovadora que apunta a diversificar fuentes de ingreso, crucial para sostener un medio en una provincia del interior donde el acceso a financiamiento es limitado y las ayudas internacionales cada vez más escasas.

La audiencia de La Nota se ubica principalmente entre los 25 y 50 años, incluyendo docentes, activistas, estudiantes y lectores críticos. Su alcance, aunque fundamentalmente local, se extiende a otras provincias y a sectores sociales que buscan voces alternativas a las narrativas hegemónicas. Desde su cobertura del movimiento Ni Una Menos y el debate por la legalización del aborto, hasta el seguimiento de juicios por derechos humanos o transfemicidios, La Nota ha consolidado un espacio imprescindible para la defensa de derechos y la visibilización de luchas que otros medios suelen ignorar.

La relación con su audiencia no es pasiva ni distante: se construye desde la cercanía, el diálogo y la escucha. Las redes sociales son parte vital de esta conversación, aunque reconocen las dificultades crecientes en estas plataformas. Mientras que Instagram se convirtió en el canal principal de difusión, Twitter se usa más como fuente, y YouTube y el streaming ofrecen espacios para contenidos más elaborados, como programas y podcasts. Sin embargo, la irrupción de nuevas tecnologías y la competencia de formatos más inmediatos y masivos plantean desafíos que La Nota encara con una búsqueda activa y constante de nuevas estrategias.

Más allá de la producción, La Nota representa un archivo colectivo de historias y luchas; todo su contenido está pensado como un patrimonio para futuras generaciones, estudiantes e investigadores. Esa decisión refleja un compromiso profundo con el acceso libre a la información y el conocimiento. El camino de La Nota es también una historia de resistencia frente a la crisis económica y la precariedad, donde la voluntad colectiva y la creatividad son herramientas fundamentales. La cooperación con colaboradores que a veces son remunerados y a veces voluntarios, la búsqueda constante de nuevas fuentes de financiamiento como los servicios web, y la firme decisión de sostener los salarios de quienes hacen el medio, evidencian un compromiso con la sostenibilidad de un medio cooperativo que trabaja por un periodismo ético.

Cobertura fotográfico por Matilde Terán – Marcha del orgullo

Sin embargo, el principal desafío que enfrentan hoy no es solo económico: es de alcance. Se trata de pensar cómo llegar a nuevas audiencias, cómo competir en un mundo mediático saturado y dominado por la inmediatez y la inteligencia artificial, y cómo sostener un proyecto que es, ante todo, un espacio para pensar y sentir la comunicación desde abajo.

En definitiva, La Nota es mucho más que un medio. Es una experiencia colectiva que muestra que en provincias fuera de los grandes centros mediáticos, es posible construir narrativas propias, con voz y perspectiva local, feminista y comprometida. En un momento en que la pluralidad informativa parece amenazada, medios como La Nota son necesarios para mantener viva la diversidad y la riqueza del ecosistema comunicacional argentino. Este medio no solo informa: construye comunidad, memoria y pensamiento crítico. Y eso es, sin duda, una historia que vale la pena contar y sostener.

Por Luana Torruella.

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