La Retaguardia: el periodismo militante que se construye a pulmón.

Por Paulina S. Ramos Medina.

En un ecosistema mediático donde la inmediatez y la lógica del click parecen marcar el pulso de la producción periodística, La Retaguardia resiste. Lo hace desde un compromiso forjado en la calle, transmisiones en vivo de juicios por delitos de lesa humanidad, programas de radio autogestionados y campañas solidarias para sostenerse económicamente. Un medio comunitario, militante y horizontal que apuesta a visibilizar temas y luchas que suelen quedar fuera de la agenda de los medios tradicionales.

Un multimedio desde la militancia

Fundado en 2003 como un programa de radio semanal, La Retaguardia fue creciendo con el tiempo, transformándose en un multimedio que comenzó su recorrido con la cobertura de problemáticas sociales, como el gatillo fácil y las luchas de género o por el medio ambiente, y luego se expandió a la transmisión en vivo de juicios por crímenes de lesa humanidad. Su corazón sigue siendo la radio, pero se ha ensanchado, con la creación de su plataforma web, programas semanales transmitidos por YouTube, y una activa participación en manifestaciones, actividades barriales y actos de lucha colectiva.

Sus fundadores, entre ellos Fernando Tebele y Eugenia Otero, sentaron las bases de una forma de hacer periodismo que se sostiene hasta hoy: desde abajo, en comunidad y con un fuerte anclaje en la defensa de los derechos humanos. La propuesta de La Retaguardia no es neutral; es una práctica militante, con una línea editorial colectiva que se define por la participación de sus integrantes. Pero siempre con autonomía partidaria. 

Una red colectiva y autogestiva

En el universo de La Retaguardia, no hay jefes ni cargos jerárquicos. “Todes hacemos todo”, explica Valentina Maccarone, quien participa desde 2016 y hoy es editora, redactora y coordinadora del espacio de pasantías. 

Esa lógica de polifuncionalidad se repite en todo el equipo: cubrir una marcha, redactar una nota, operar una transmisión o postear en redes son tareas que rotan entre los y las integrantes, según disponibilidad, intereses y contextos.

El medio funciona en distintos niveles de participación. Por un lado, hay un equipo estable de entre 30 y 40 personas, que forman parte de los programas de radio. Otro núcleo más reducido de 10 a 12 integrantes lleva adelante el trabajo cotidiano de cobertura en las calles, redacción y transmisión de juicios. Y, finalmente, hay una red de colaboradores: militantes, familiares de víctimas, fotógrafes, jóvenes pasantes, y personas que se acercan ocasionalmente desde organizaciones o actos.

El espacio físico donde opera La Retaguardia es una casa grande, acondicionada para la radio, la redacción y las reuniones. Desde allí se construye semanalmente una agenda colaborativa de coberturas, a partir de reuniones con los equipos de fotografía, redacción y redes sociales, donde se definen los contenidos prioritarios, las producciones a desarrollar y las noticias que se van a publicar.

Producción con contenido y compromiso

La cobertura de los juicios por crímenes de lesa humanidad es una de las marcas registradas del medio. La Retaguardia no solo informa, sino que acompaña —en muchos casos desde hace años— a familiares de las víctimas y organizaciones de derechos humanos. Esa labor, que combina transmisión en vivo, crónicas escritas y producción audiovisual, se ha convertido en una referencia dentro del periodismo alternativo.

Además, abordan temáticas de género, medioambiente, cultura y luchas sociales diversas, siempre con una perspectiva crítica y comprometida. Las redes sociales, si bien no son una prioridad, son una herramienta complementaria para difundir contenidos en otros formatos. “No lavamos nuestro contenido”, afirman. 

El público principal del medio ha sido históricamente adulto pero en los últimos años buscan estrategias para llegar a las nuevas generaciones. En ese marco, iniciaron un proyecto de pasantías con estudiantes del nivel secundario, que además de ayudar en la producción de contenidos, permiten repensar el lenguaje y la llegada a los más jóvenes.

En sus publicaciones, conviven placas atractivas con notas largas y testimonios profundos, apelando a una audiencia que valore el contenido antes que el impacto inmediato.

Financiación: entre locros, colectas y YouTube

Sostener un medio autogestionado en un contexto de crisis económica es una tarea desafiante. La Retaguardia no cuenta con estructura empresarial. Tiene ingresos provenientes de pautas publicitarias, aportes de suscriptores del portal, retribuciones simbólicas por tareas específicas y actividades puntuales como sorteos, proyecciones y el ya clásico “locro matriótico” del 25 de mayo. Con esos fondos se equipan técnicamente y realizan retiros de acuerdo al trabajo realizado mensualmente.

En los últimos años, comenzaron a monetizar las transmisiones por YouTube, una herramienta que les permitió sostener parte del trabajo cotidiano, especialmente durante la pandemia. A pesar de todo, como dice una de sus integrantes: “Nadie vive de La Retaguardia”. El motor del medio sigue siendo el compromiso, no el rédito económico.

Reconocimientos y premios

A lo largo de su recorrido, La Retaguardia ha recibido distinciones que valoran su compromiso sostenido con la memoria, los derechos humanos y el periodismo militante. En marzo de 2023, fue reconocida por los sindicatos de trabajadoras y trabajadores de la Universidad Nacional de Lanús con una obra simbólica: un galardón en madera de quebracho y chapa, diseñado por el área de Patrimonio Histórico y Cultural de la UNLa. La entrega se realizó en el marco de una jornada en la que también se colocó un mosaico con el pañuelo de las Madres de Plaza de Mayo en el Aula de Docentes, en homenaje a quienes siguen luchando contra el olvido.

Ese mismo año recibieron uno de los galardones del Premio Alberto Pedroncini, que comenzó a otorgar la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH).

En marzo de 2025, la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires declaró a La Retaguardia de Interés para la Comunicación Social y los Derechos Humanos, destacando su labor en la cobertura de los juicios por delitos de lesa humanidad y su aporte a la construcción de una memoria colectiva desde una práctica comunicacional popular, autogestiva y con perspectiva de derechos.

Ese mismo año, en mayo, el medio fue distinguido con el Reconocimiento Sara Solarz de Osatinsky, otorgado por el Colectivo de Sobrevivientes y Testimoniantes de la ESMA. El premio —que lleva el nombre de una de las primeras mujeres que, tras sobrevivir al centro clandestino de detención, se animó a denunciar públicamente lo ocurrido— tiene un valor profundamente simbólico para La Retaguardia. No solo por su carga histórica, sino también por venir de quienes, con sus testimonios, hicieron posible los juicios y preservaron la memoria. Compartir esa distinción con referentes como las Madres de Plaza de Mayo Vera Jarach y Taty Almeida fue, para el medio, un gesto tan político como conmovedor: un homenaje colectivo a quienes siguen eligiendo la palabra como forma de resistencia.

Desafíos y horizontes

La Retaguardia enfrenta dos desafíos centrales: la sostenibilidad económica y la renovación de audiencias. Con menos proyectos estatales a los que postularse y una reducción en las fuentes de financiamiento, el medio se reinventa constantemente para sobrevivir sin resignar sus principios.

Al mismo tiempo, busca estrategias para ampliar su público y lograr que las temáticas que trabaja -muchas veces dolorosas o densas- lleguen a nuevas generaciones. La incursión en plataformas como Tik-Tok, la experimentación con reels e historias, y la participación de adolescentes en el equipo, son parte de esa búsqueda.

El futuro de La Retaguardia es, ante todo, una apuesta por la continuidad. “Seguir en pie”, como dice Julian Bouvier, encargado de la redacción y cobertura en la calle, es en sí mismo un objetivo político en tiempos donde ejercer el periodismo crítico puede costar caro. La detención de colegas en movilizaciones, la censura o la violencia institucional no son amenazas abstractas, sino realidades cotidianas.

Un medio que elige el compromiso

En La Retaguardia se mezclan lo personal y lo colectivo, el trabajo y la militancia, la memoria y la noticia. Es un espacio donde se forman periodistas, pero también militantes; donde se produce contenido, pero también comunidad.

Frente a un panorama mediático que muchas veces excluye, desinforma o silencia, La Retaguardia apuesta a transformar la realidad desde la comunicación popular, con una voz colectiva que nace de la calle, la autogestión y la autonomía. Su lucha no es solo contra el olvido: es también contra un mundo injusto, donde contar lo que pasa sigue siendo un acto de resistencia. Porque como ellos mismos dicen, “en soledad, no se salva nadie”.

Por Paulina S. Ramos Medina.

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